miércoles, 16 de septiembre de 2009

Golem Recargado

Desde que Johannes Van der Waals V, en el año 2135 d.c. pactó con los markabianos, también conocidos en cuantiosas galaxias como los Señores de la vida, el mayor éxodo de la historia terráquea hacia los mundos de Ad-Dabaran, emociones y sentimientos fueron abolidos del espíritu de los humanos que quedaron rezagados en su planeta de origen. Para lograrlo, el primer decreto de los poderosos alienígenas al tomar posesión de la Tierra fue que los desechados debían ser desprovistos de sus cuerpos físicos. Tarea nada grata ejecutada por un puñado de esbirros traídos de los mundos de Rigel. Los rigelianos, cuando les impusieron la faena, exigieron como condición que les permitieran utilizar a estos rechazados para culminar con el desguace del planeta. Módico precio que los Señores de la vida pagaron sin discutir.
Una vez procesada la carne y la sangre, los esbirros almacenaron los Thets, en descomunales reservorios. Thet, la esencia que anima a toda entidad viviente, energía pura encapsulada dentro de cada individuo en una especie de acumulador, el Thöt Tyen. Los rigelianos ensamblaron unas estructuras sintéticas reciclables, diseñadas por el propio Johannes Van der Waals V antes de partir y, con no poca ironía, las denominaron golems. Similares a robots, los golems se animaron cuando les instalaron los Thets de los rezagados en un acumulador en el centro de la estructura.



En la selva circundante al Domo Sudameris, supervisado por el rigeliano Ot Brün, aún sobrevivía un grupo de humanos auténticos. Hombres y mujeres dedicados al desarrollo de sus máximas potencialidades físicas y espirituales. Esa noche, el médium de la comunidad había detectado una asombrosa actividad mental. Las ondas mentales sorprendieron a los viejos naguales por la amplitud de banda. Algunas de las emisiones superaban el rango humano, elevándose a zonas inalcanzables para ellos. El más viejo de los naguales canalizó la emisión junto a médium.
– Increíble, proviene de un rezagado –musitó el anciano– ¿Será por obra de Gaia? ¿Se manifestará a través de él? –el concejo se convocó de inmediato. Rohul, un joven guerrero, propuso rescatar al ente emisor del Domo. Los otros consideraron demasiado audaz la incursión.
– Los markabianos saben de nuestra existencia y de nuestro propósito, hasta ahora, no nos han molestado ¿Por qué iniciar una ofensiva? –manifestó uno de los ancianos. Los músculos de todo el cuerpo de Rohul vibraron al escucharlo. Avanzó hasta el centro de la asamblea.
– Hace años que no progresamos en nuestros propósitos de fusionarnos con Gaia y dar el gran salto ¿Mientras tanto qué ocurre? –hizo una pausa esperando, nadie respondió– Los rigelianos continúan desmantelando a nuestra Madre. Cuando el médium receptó al ente, ¡el más anciano y sabio aceptó que él podría ser el elemento necesario para despertar a Gaia! Hasta llegó a sugerir que la Madre Tierra podría despertar a través de él –Rohul paseó su figura formidable entre los miembros del consejo, fijando su feroz mirada en los rostros centenarios. Se detuvo ante el más anciano
– Sólo pido una partida de seis hombres, incluyéndome, para rescatar al ente.


La rótula gira en falso y se sale de su sitio. Rueda sobre las placas de copolíméricas grises que conforman el piso de la estancia hasta detenerse contra uno de los tabiques de poliéster aglomerado.
¿Cómo me he convertido en esto?, se pregunta Golem i 432891 en tanto renguea tras la rótula
– Pronto me enviarán a la planta de recuperación –murmura el rezagado y aunque la expresión parece contener alguna emoción, es sólo apariencia.
Golem i 432891, como todos los otros rezagados, no alberga recuerdo alguno acerca de quién fue alguna vez; en su existencia tampoco hay lugar para el placer de la reproducción sexual ni la necesidad de entablar relaciones empáticas ya que, como sujeto-objeto, apenas está por encima de las simples máquinas. No obstante, Golem i 432891 experimenta algo nuevo, indefinible. Sensación, por denominarla de algún modo, que le impide quedarse quieto. La jornada anterior, cuando operaba los nanorobots que extirpaban la última mota de oro de la mina de Famaillá, un estremecimiento invadió su leve conciencia. Examinó los sensores de su estructura corporal y nada estaba fuera de lo normal. Pero la extraña sensación persistió durante unos minutos. Y ahora, viendo cómo una de las rótulas de sus extremidades inferiores se desprende, otro tipo de agitación lo sacude. No quiero ir a la planta de reciclado, se sorprende murmurando nuevamente. Tapa el orificio parlante con el complejo mecanismo que tiene por mano. Al instante entran dos androides al aposento.
– Hemos detectado actividad mental perniciosa –informa uno de los autómatas. Los androides, aunque son sólo máquinas, desprecian a los rezagados, afecto resultado de la programación implantada por los esbirros regentes.
Ot Brün observa a Golem i 432891 a través de los lentes del androide. El excluido acomoda la rótula en su lugar, se incorpora con esfuerzo y responde.
– Aquí estoy sólo yo –con su habitual voz metálica y monocorde. Ot Brün da un respingo en su butacón ¿Yo? ¿Dijo yo? ¡¿De dónde sacó ese concepto este subser?!, con furia apenas contenida, golpea un botón de la consola.
– 432891, está detenido –informa el androide jefe. El otro autómata lo paraliza. Entre ambos lo trasladan a la planta de reciclado.


Ot Brün inspecciona la estructura inerte del rezagado. Pulsa un comando cristalino que devuelve al prisionero el control de su estructura corporal. No queda nada de orgánico en él. Se han simplificado todas las funciones al mínimo absoluto.
Golem i 432891 observa a su vez al examinador. Aunque no posee datos ni memoria contra los cuales contrastar lo que está experimentando reconoce de algún modo la fisonomía del extraño ser.
– ¡Nephilim! –Ot Brün sonríe.
– Sos un cacharro muy agudo ¿Cómo se te ocurren esas cosas?
– No lo sé.
– No soy un nephilim. Estoy por encima de ellos. No puedo mostrarme como soy realmente, pequeño. Si así lo hiciese te derretirías en instantes –miente–. Aunque eso no me preocupa en absoluto. En breve te enviaré a la planta procesadora. Cada una de las piezas que componen tu ridícula estructura será desensamblada y luego todas serán fundidas en un horno de alta temperatura para ser recicladas. Se convertirán en la materia prima para generar nuevas piezas. Algunas de ellas, tal vez, mejoradas.
– No deseo ser reciclado –el esbirro lanza una feroz risotada como respuesta. Pero no puede ocultar cierto interés por el rezagado.
– ¿Cuál es tu deseo, cacharro insolente? –inquiere. Golem i 432891 reflexiona un instante.
– Liberarme del mecanismo que me aprisiona –el rostro de Ot Brün se ensombrece.
– ¿Deseas ser un espíritu libre? –el rezagado asiente.
– Tengo muchas cosas qué hacer –aclara.
– ¡Increíble! –exclama el funcionario alejándose. Ensombrecido por la pretensión del golem, el rigeliano se pasea entre las maquinarias de desmantelamiento. ¡Ser un espíritu libre! ¿Cree esta lacra insignificante que eso es fácil? ¿Cree que con el deseo sólo basta? Patea uno de los terribles artefactos y profiere un alarido. ¡¿Cree él que puede desear ser libre?! ¡¿Cree que puede estar por encima de mí?!
Con los músculos de carne y los mecanismos protéticos en la máxima tensión soportable, el cuerpo del nephilim vibra en una frecuencia tan alta que resplandece peligrosamente. Se acerca al rezagado con pasos apresurados, se inclina sobre él.
– Escuhame, basura. Lo único que tiene algo de valor en vos es esa pila encerrada en el centro del trasto que tenés por cuerpo. Esa cosita ahí encapsulada no alcanza la categoría de Thet, el valor que tiene es tan ínfimo que a nadie le preocupa que yo la extermine en este momento con el resto de tus tristes piezas.
– No creo que sea así, nephilim.
El esbirro sale del recinto fuera de sí. Ingresa en la sala de control y con un golpe de puño acciona el comando que inicia el proceso de reciclaje. Un resplandor fulminante lo arroja al piso.


Con el cuerpo tiznado, agazapado entre unos hierbajos mutantes, el médium soporta los espasmos que le ocasiona la recepción. Cuando éstos aflojan, hecha una mirada significativa a Rohul. El dolor se refleja en su rostro, su sensibilidad telepática le permite sentir lo que les ocurre a ciertos congéneres a kilómetros de distancia.
– ¿Comenzó el proceso? –pregunta Rohul. El médium asiente– Entremos. Tenemos que rescatarlo.
Seis hombres avanzan hacia el bloque de piedra fundida. Marchan resueltos, sin ocultarse, dispuestos a todo en una misión casi suicida. Nunca antes un grupo de humanos auténticos había atacado una base de desguace del planeta. Rohul cuenta con el factor sorpresa, confía en que ningún nephilim haya sido informado por los markabianos de la existencia de estos pequeños grupos de resistencia.
El líder encara el portón de titanio. En lengua de Ad–Dabaran se dirige al dispositivo.
– ¡En nombre de Eon, ábrete! –de inmediato el gigantesco portal comienza a moverse. El pelotón se cuela al interior de la gruta apenas la rendija es suficiente para traspasarla cuerpo a tierra. Decenas de androides salen a su encuentro. Los cyborgs, no entrenados para el combate, caen en pocos minutos. Rohul encabeza la carrera por los pasadizos, azuzando al médium para que localice al rezagado. Pronto el canal telepático cae presa de incontrolables espasmos. Metros más adelante una pared de roca se desvanece.
– ¿Está ahí? –interroga el líder. El receptor asiente, exhausto. Rohul avanza blandiendo una macana de obsidiana. Traspone la abertura con cautela. Sobre un camastro de metal yace Golem i 432891, con los dispositivos oculares clavados en las estalactitas de la gruta. El guerrero se le acerca, observando todo a su alrededor, el recinto parece vacío. Dos de sus seguidores ingresan a la estancia moviéndose con prudencia. Rodean al ente. Parece estar desactivado.
– ¿Está vivo? –pregunta uno de ellos. Golem i 432891 reinicia las funciones. Los escruta con sus ojos artificiales uno a uno.
– ¿Qué son ustedes?
– Humanos –responde Rohul.
– ¿Humanos? ¿Existen aún?
– ¡Claro que sí! Y venimos a rescatarte.
– ¿Rescatarme?
– Saquémoslo de aquí. Esto fue demasiado fácil. No me gusta –los partidarios de Rohul alzan la estructura copolimérica de Golem i 432891.
– ¡Con cuidado! ¡Mi rótula! –la pieza se desprende y con ella una porción de la extremidad inferior. Uno de los portadores se agacha a recogerla, en ese instante un temblor sacude la estancia.
– ¡Rápido, no hay tiempo! –grita Rohul. Sobre ellos se corporiza el nephilim. Gritan ante la presencia imponente, sólo el jefe se mantiene firme. Ot Brün prorrumpe una risotada que se expande en un eco ensordecedor.
– ¡Humanos! –culmina la carcajada socarrona.
– ¡No me asustan tus truquitos efectistas! –vocifera el guerrero– ¡Combate! –desafía haciendo girar la macana. Ot Brün arroja una nueva carcajada pero esta vez el eco no la continúa.
– No te apresures, chiquito. ¿Combatir para qué? ¿Con qué objeto? –el nephilim exhibe una esfera de cristal atravesada por múltiples filamentos de diferentes colores que se mueven como si tuvieran vida propia– Manipulando el rojo envío al rezagado a la nada. Manipulando el azul envío a toda la base más allá de la luna. Pulsando el amarillo…
– Me aburrís –interrumpe el líder.
– Tengo una propuesta. Y te advierto que es la única que voy a realizar. Si no la aceptas te envío a vos, junto con tus monigotes y la chatarra que has venido a buscar, al no espacio –el guerrero frunce los labios en un gesto guaso–. Hablo en serio, primate. Los dejé llegar hasta aquí para entretenerme un rato. Tantos años de sorber a vuestro planeta me tiene harto. No crean que lograron divertirme, como guerreros son un fiasco –el nephilim comienza a juguetear con el filamento rojo. Golem i 432891 se contorsiona de un modo ridículo. En el centro de la estructura copolimérica, el Thet inicia un movimiento vibratorio, pronto refulge, incandescente.
– ¡Pará! –reacciona Rohul alarmado– ¿Cuál es la propuesta?
– Vos te quedás, tus amigos se pueden llevar el trasto que vinieron a buscar –el guerrero lo piensa un breve instante. Mira a sus hombres. Asiente.
– Lárguense –los humanos abandonan el recinto llevándose en andas a Golem i 432891. El guerrero, cuando considera que sus compañeros están a salvo, gira su acerado cuerpo encarando al nephilim–. Acá estoy –se arroja contra el alienígena a una velocidad tal que se convierte en una mancha broncínea. Ot Brün bloquea el embate y le asesta un golpe con su antebrazo que lo arroja contra el camastro de metal. Unos lazos cobran vida e intentan aferrar al humano a la trampa. Rohul se impulsa con sus piernas, elevándose y girando hacia atrás. Cae al piso adoptando una postura de ataque.
– Estás bastante bien entrenado, simio –adula el rigeliano– ¡Mejor, menos trabajo para después!
– No pienso convertirme en un esclavo –embiste de nuevo. El alienígena lo rechaza sin esfuerzo.
– Te estás poniendo previsible. No perdamos más tiempo… –Ot Brün se eleva, abre los brazos, se enrosca hacia un lado y gira sobre su propio eje. Gira y gira adoptando la apariencia de una campana. Todo el recinto retumba con el repicar del nephilim transformado. Rohul cae de rodillas, grita de dolor. Con ambas manos se cubre el bajo vientre. Siente que sus órganos internos pujan para afuera, lesionando los músculos abdominales. Las campanadas se elevan una octava. El guerrero se revuelca por el piso. Ya no chilla, aprieta sus dientes hasta hacerlos rechinar, las venas de su cabeza a punto de estallar. Se retuerce como una lombriz chamuscada hasta perder el conocimiento. El rigeliano deja de girar. Recupera su forma habitual. Desciende a pocos metros del cuerpo del rebelde. Entran dos androides al recinto.
– Llévenlo a la nave. Por fin conseguí el salvoconducto a mi estrella natal. Ya nada tengo que hacer en este planeta.


El concejo nagual rodea a Golem i 432891. El ente observa a los ancianos. Uno de ellos levanta la vista al azul profundo del cielo. La nave ya casi es indistinguible para el ojo humano. El ente proyecta su visión a la chispa que asciende.
– Me está dando hambre… –comenta Golem con una nueva y estruendosa voz. El nagual más anciano sondea el cerebro artificial del rezagado. Comprende que un Thet extraño, proveniente de una estrella lejana, anidó en la estructura artificial.
– Cuida… –intenta advertir. El mecanismo de copolímero se desploma desarticulándose. Una tos carrasposa sacude al anciano. Pronto los espasmos sacuden por entero el frágil cuerpo. Los otros lo rodean. La masa corporal del anciano se inflama. Unas pústulas verde azuladas brotan por toda la extensión de su piel. Los ojos estallan salpicando de sangre al resto del concejo.
– ¡Está poseído! –alcanza a gritar uno de ellos, el primero en recibir la feroz dentellada del ser morado y viscoso en el que se convirtió el anciano.


Ot Brün observa encantado a su presa. Rohul, recuperado, flota dentro de un cilindro de cristal. No puede mover ni un solo músculo. Continúa vivo por obra de la tecnología que los markabianos cedieron a cambio de oro y diamantes a los rigelianos. El esbirro acaricia la esfera cristalina atravesada por los múltiples filamentos móviles. Desliza una de sus afiladas garras por uno de ellos. La cabeza de Rohul se inclina hacia él. El nephilim arquea su boca de un modo extraño, sonríe.
– Cuando ya no quedaba nada de valor para mí en este planeta mugriento, un monigote es poseído y te atrae a vos... ¡el mejor negocio de mi larga existencia! Vos, ¡solo para mí! –ríe– Los humanos y la poca vida que queda en este planeta desolado, para él –Ot Brun levita igualando en altura al cuerpo flotante del humano.
– Sé que ambicionas poder, Rohul. Lo sentí cuando te acercabas a la base. Tendrás tu cuota, como todos los de tu raza que han operado para nosotros, desde los comienzos.
Las palabras penetran con claridad en la mente del prisionero. Miles de imágenes de entrega, traición, corrupción, hechos acontecidos a lo largo de la historia de la humanidad, desfilan por el córtex cerebral del guerrero. Comprende que ha sido utilizado. Vislumbra que va a continuar siendo manipulado. Deja de percibir visualmente su entorno, sólo ve unas chispas multicolores y unas nubes azuladas que se forman de fondo. Rohul, entiende que el proceso de programación de su ser ha comenzado.

2 comentarios:

Paula Irupé Salmoiraghi dijo...

Hola, acá estoy mirando tu blog. Ya veo que lo usás como soporte. Ya leeré con más tiempo.

Paula Irupé Salmoiraghi dijo...

Hola, Todavía no leí éste pero el comentario va de prueba a ver si te llega el aviso (Y además me encontré mi propio comentario del mes de septiembre (cuando hablábamos del blog como género o como soporte ¿te acordás)(¿Te gustan lo parébtesis dentro de los paréntesis?)) Ja