lunes, 10 de agosto de 2009

Valores

La tarde anterior mi jefe arrojó los cheques sobre el escritorio que ocupo. Seis papeles con montos que iban desde varios cientos hasta de algunos miles ¡Mierda! Esto me la termina de complicar, pensé.
– Mañana, sin falta, quiero el efectivo acá… ¿entendiste? –asentí.
La vigilia transcurrió al ritmo repiqueteante de las gotas que caían sobre la ciudad entera, estremeciéndose por momentos con la percusión de los truenos. Dejé a los chicos en el colegio y partí rumbo a la empresa que me pagó con los valores sin fondos. Avanzaba por Galván hacia la autopista Panamericana. Obviando el amarillo, el semáforo cambió a rojo. Apenas pisé el freno, el auto patinó. Atiné a levantar el pie, maniobrando con el volante. El coche se ladeó para la derecha, luego se enderezó, finalmente se torció hacia la izquierda. Impacté con el guardabarro delantero izquierdo contra el único auto detenido. Un taxi.
– ¡No lo puedo creer! –me agarré la cabeza. Del otro auto salieron como disparados un hombre y una mujer. Inspeccionaron la unidad. Tenía todo el lateral derecho abollado. La mujer se acercó a mi ventanilla. Comenzó a golpear el vidrio con el puño.
– ¡¡¡Bajate, animal, bajate!!!. –una furia demencial chisporreteó en mi cráneo. Clavé los ojos en ella. Sólo el rostro ocupaba mi espectro visual, noté el súbito cambio de su expresión. Retrocedió un par de pasos. Abrí la puerta y salté fuera. El hombre la tomó por los hombros. La conminó a tranquilizarse. La reacción de él fue como un bálsamo para mí. Examiné los daños.
– Señora, hablemos con calma. Perdí el control del auto. No los choqué a propósito. Discúlpeme –ella se largó a llorar.
– Es que recién lo sacamos del taller –aclaró él.
– ¿Del chapista?
– Sí. Nos había chocado un colectivo hace quince días.
– Yo tengo seguro. Es evidente que la culpa es mía, la compañía les va a pagar el arreglo.
– ¡Qué seguro ni seguro! ¡Pagan cuando se les da la gana y siempre menos de lo que sale el arreglo! –sollozó ella. Yo, de todos modos, saqué la licencia de conductor y la tarjeta del seguro.
– Señora… intercambiar nuestros datos y denunciar el accidente es lo único que podemos hacer –miré la tarjeta del seguro. El vello de todo el cuerpo se me erizó. Estaba vencido, no tenía cobertura– …esperen un momento que llamo a mi asesor de seguros a ver qué se puede hacer –me aparté. Había dejado el celular dentro del auto. Fui a buscarlo. No lo encontré a primera vista. Con el impacto se había deslizado de la butaca del acompañante. Lo encontré luego de una frenética búsqueda. Llamé a mi asesor.
– Diego, habla Eugenio –contestó medio dormido, saludándome con su acostumbrada chabacanería afectuosa, lo corté en seco– Por favor, escuchame, choqué contra un taxi y me acabo de desayunar que tengo el seguro vencido hace dos días ¡No me avisaste!
– ¡Sí que te avisé!
– ¡No, no me avisaste!
– ¿No te avisé? ¡Qué idiota que estoy, mi Dios!
– Bueno. Ahora, ¿qué hago? El que tiene la culpa soy yo.
– Arreglá para que hagan la denuncia pasado mañana. Renuevo la póliza en la misma compañía. Después que hagan el reclamo de terceros y que le cobren al seguro.
– ¡Diego! Los choqué justo cuando estaban retirando el coche del taller de chapa y pintura ¡No sabés el drama que es esto! ¡Tenemos que arreglar el auto ya!
– ¿Dónde estás?
– En Galván y Huidobro.
– Listo. Acompañalos al taller de un amigo cerca de ahí, en Melián y Tamborini. Se llama Julián. Yo le aviso por teléfono que vas vos con un taxi para que lo arregle con urgencia. Los dos van a tener que hacer la denuncia dentro de cuarenta y ocho horas. Que le firmen un poder a Julián, el tallerista –me acerqué a la pareja.
– Bueno… el asunto está resuelto. Vamos a un taller que trabaja con mi productor de seguros y ya se ponen a trabajar en el coche. Ustedes le firman un poder al dueño del taller y él se arregla con la compañía.
– ¡Yo quiero arreglar el auto en mi taller! –reaccionó la mujer con voz chillona. Sus modos me hartaron.
– Señora, le voy a hacer muy franco, si no lo hacemos como le estoy proponiendo va a tener que iniciar un juicio en mi contra y no va a cobrar nunca más, porque yo no tengo nada a mi nombre, ni nada a nombre de nadie. No tengo un centavo.
– ¿Y el seguro? –preguntó el hombre.
– Se venció hace dos días. Estoy sin seguro –si hasta ese momento el rostro de ambos expresaba angustia, después de escuchar lo que les dije, manifestaron terror.
– No quiero arruinarles la vida –agregué–, al contrario, les quiero dar una solución a este problema. Ésta es la mejor opción que tengo para proponerles ¿Vamos al taller?
– No –respondió ella.
– …
– Estoy harta de estos manoseos ¡Usted nos chocó! Si no tiene seguro, ¡pague el arreglo de su bolsillo! ¡Ahora!
– Señora…
– ¡Nada! Páguenos como sea… –… están sin depositar…
– ¿Acepta cheques de terceros?
– ¡Lo que sea! –saqué los valores del bolsillo interior del abrigo. Verifiqué los importes. Le tendí dos a la mujer.
– Eso suma casi mil trescientos. Están en fecha ¿Así está conforme? –me los arrancó de la mano. Los inspeccionó con avidez. Luego los guardó en su cartera.
– Vamos… –se dirigió al hombre.
Me apoyé sobre el guardabarro deformado de mi auto. Un arco iris atrajo mi atención sobre el pavimento empapado. La pareja taxista siguió su camino.
Yo, no sabía a dónde ir.

3 comentarios:

Lidia Blanca Castro Hernando dijo...

Muy bueno el relato AQUALUX, pero después se fue suicidar a algún lado este tipo. Los finales abiertos no siempre resultan. Me quedé absorta y compasiva por el pobre que tenía que llevar la plata de los cheques. Lidia

Luci dijo...

La vida misma.

El relato es muy bueno, pero Luis, pensé que eras periodista. Los cuentos están bien para la Literatura, y la diversificación puede traer inconvenientes graves.


Por ejemplo, que tras la historia que me involucra y por la que el pacto peronista/radical tienen completo control, ahora por ausencia de información haya desembocado en este horror de componendas entre el fúbol, el grupo clarin, ty c, los canales de televisión y el gobierno nacional.

Me tendrías que haber escuchado mejor.


Lu

Luci dijo...

Y sí, siempre cuestionando para que los cheques en Argentina, tengan fondos y el comercio fluya en lugar de ser un privilegio de los amigos del poder de turno.